01 noviembre 2005

Un olor. El sutil aroma de los claveles me ha embargado de repente. Hacia tiempo que no percibía nada, tal vez meses, y la desorientación me aturde. Si, ahora recuerdo, la curva, la frenada... la oscuridad.

Escucho amortiguado el bullicio de las visitas. Los familiares de mis compañeros se mueven a mi alrededor.

Aprecio que los míos han estado aquí hace nada, y aun me trae retazos de sus voces la brisa. Me entristece un poco no haber podido sentirlos, escuchar sus palabras, pero me reconforta el saberme querido.

Con esta emoción aun palpitante, me dejo llevar por el dulce letargo que me invade de nuevo.

Ha estado bien para ser mi primer día de difuntos.


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