23 octubre 2005

Ayer me di cuenta de lo frágiles que son los vínculos que nos unen a nuestros semejantes, y de lo denostada que está la palabra amistad.
Dice la RAE en su primera acepción: "1. f. Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato".
Analizando la definición nos damos cuenta de dos hechos fundamentales.
Primero, que entre amigos debe existir afecto, y segundo, que no debe mediar interés.


En esta sociedad voraz y competitiva en la que nos movemos, la mayor parte de las relaciones que entablamos se basan en intereses. Sociales, profesionales, financieros... conocemos a una serie de personas con las que alternamos, comemos o incluso con las que compartimos tiempo de ocio, con las que el único vínculo que nos une es el intercambio de favores.
Una variante de este nexo, sería el formado por un interés diferente.
El de una actividad común. Aparece al integrarse en grupos recreativos o lectivos con una misma afición.
Otro tipo de relación que suele surgir se da con el roce habitual. Los compañeros de trabajo, curso, timba o garito, son los candidatos. De la cotidianeidad y el roce se pasa a la camadería, que las mas de las veces se confunde con afecto. Craso error. A nada que raspemos en la superficie aparecerán las desavenencias y los puntos de vista divergentes.
Este tipo de relaciones son frívolas y contractuales. En cuanto ya no se necesita nada del otro, se abandona la actividad común, o se deja de frecuentar el lugar habitual, se extingue el contrato. Aparece el desapego y el alejamiento.

El primer paso se da cuando dejas de verte habitualmente. Ya no coincides en los intereses, zonas o personas.
El siguiente paso llega enseguida. Si antes al tropezar casualmente siempre encontrabas un momento para conversar, ahora te despachas con un rápido: -¡A ver si nos llamamos y quedamos un día para...!. Estas llamadas, por su puesto nunca se llegan a producir, o sólo las realiza una parte sin conseguir nunca su fin.
A continuación aparece, como proceso natural, la dejación. Ya no hablas con esa persona, y sólo te "interesas" por ella a través de terceros. Son típicas de esta etapa frases como: -Qué es de..., ya no se deja ver. Dile que me llame un día.
Al fin, y tras un corto periodo de tiempo, ya apenas recuerdas a esa persona. Es como si nunca hubiese compartido vivencias contigo y sí el destino propicia un encuentro, un simple ¡Hasta luego! , es más que suficiente.

Por tanto creo que las más de las veces utilizamos errónea y alegremente la palabra AMIGO, cuando debiéramos recurrir para no llevar/nos a engaños a la palabra CONOCIDO.

Ahora sé que tengo muchos conocidos, pero apenas sí puedo contar los amigos con los dedos de la mano.

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