28 agosto 2005

Lo unico que oigo es el leve golpear de una gota lejana. Lo único que veo es un palido reflejo de luna distante. No se donde me encuentro. No se que me ha ocurrido. No se quien soy.
Intento moverme, pero se quejan todos los músculos de mi cuerpo. Estoy completamente agarrotado, y me duelen hasta los huesos. No ha sido una buena idea. Ahora me duele hasta respirar.
Estoy sobre un frió y duro suelo de algo que parece hormigón. La humedad satura el ambiente y destaca un vivido olor a moho.
Tengo frió. Mucho frió. Apenas si siento las extremidades. Tengo que conseguir incorporarme. Tengo que ignorar el dolor que me atenaza cada vez que lo intento.
Con gran esfuerzo me siento. Millones de agujas parecen clavarse en mi torso y mi cabeza. Estoy mareado, la oscuridad gira a mi alrededor.
Un destello súbito sacude mi mente. El recuerdo de una mirada. Me aturde y me acongoja, y ni siquiera se a quien pertenece.
Tengo que levantarme, pero mi cuerpo se niega a obedecer. Parece que pesase mil toneladas.
Acerco las manos a mi cara. Mis rasgos son duros y angulosos, y tengo varias magulladuras y cortes. Costras de lo que parece sangre seca se acumulan alrededor de mi nariz y labios. Mis mejillas raspan, parece que no han visto una cuchilla en varios días.
Decido continuar explorándome. Llevo puesto una especie de mono de trabajo y desprendo un ligero olor a combustible. Estoy mojado y cada vez tengo mas frió. Mis dientes castañetean sin control.
¡Veo un resplandor! ¡Oigo unos pasos! Alguien se acerca, y aunque quiero gritar, mi garganta cerrada y dolorida, apenas emite un ligero gruñido.
Miro a la luz que me deslumbra. Cada vez esta más cerca, y detrás de ella vislumbro el perfil de alguien muy alto.
Antes de poder hacer ningún movimiento, recibo el primer impacto en pleno pecho. Todo el aire escapa súbitamente de mis pulmones y pierdo el poco resuello que tengo. Jadeo y emito un ronco sonido. Quien quiera que sea me ha pateado ferozmente, y me quedo bocarriba.
Otra patada más es descargada sobre mis costillas. Ahora le toca a mi cabeza. Mi oído izquierdo estalla con un chasquido, y la sangre brota a borbotones. Mis dientes se convierten en una especie de papilla con sabor a hierro. El dolor me invade y sin embargo mis sentidos se aletargan. Noto la inconsciencia pugnando por hacerse con el control. Cierro los ojos. Me dejo llevar...

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